Participamos de una Yerra
VISITAMOS UNA YERRA A LA ANTIGUA. Un ritual de la campaña uruguaya.
 
En la zona rural de Uruguay también de Argentina y el sur brasileño se pueden observar todavía algunas tradiciones que los nuevos tiempos aún no cambiaron. Es la yerra que se realiza mayoritariamente en la menguante de agosto. Nuestro Club de ciencias investigó como se hacían y para qué. Participamos en una de ellas y la contamos.
Las yerras son algunas de estas actividades camperas que se realizan anualmente y que se mantienen como una fiesta de cada zona, mientras los animales son marcados a fuego o sufren una violenta castración.
Es un día muy especial donde se dan cita en los establecimientos rurales los peones, propietarios y vecinos de la región.

Estos rodeos representan una tradición centenaria, marcando y castrando a todos los animales que sobrepasen el año de edad. Sin ninguna duda se trata de una fiesta de la campaña entre vecinos y no de un trabajo.
Con las primeras horas del día comienzan a llegar los vecinos de los establecimientos linderos con su típica indumentaria de campo; el lazo, cuchillo, bota, bombacha y en muchas oportunidades un “delantal” cual chiripá de cuero atado a la cintura. 
El fuego arde en el suelo para calentar el “fierro” (marca) que luego servirá para identificar al propietario del animal usándose generalmente las iniciales del dueño en forma artesanal.
Viene luego el desfile hacia la manguera y la ceremonia que comienza por enlazar e inmovilizar el animal mientras el castrador maneja el afilado cuchillo y otro gaucho se aproxima con la marca caliente que le otorgará identidad al ternero y otro lo vacuna.
Los mugidos y el olor a pelo quemado se esparcen por el aire provocando un sentimiento de crueldad entre quienes no frecuentan estas actividades camperas.
Cabe señalar finalmente que los testículos de los animales se arrojan al fuego y son saboreados por los asistentes antes del tradicional asado. También marcan su presencia los chorizos y las morcillas para ir “haciendo boca” antes del medio día en un rito especial que contagia a los invitados, mientras el asado se va preparando lentamente y sin apuro.
Debemos señalar sin embargo que en algunos establecimientos se abandonó el sistema tradicional de castración a cuchillo utilizándose otros métodos. Así no explicó un veterinario que estaba en la yerra que visitamos. También el sistema de trazabilidad seguramente hará caer la marca en desuso.
Es posible que la marcación y castración de los animales haya comenzado en el siglo XVIII, cuando los campos comenzaron a ser alambrados para determinar las propiedades. 

 
ESCRIBEN LOS ALUMNOS
Parece que de una estancia en campaña cercana a una escuela donde el maestro fue director lo invitaron a una yerra y el maestro dijo “ Pa, estoy trabajando. ¿Pero puedo ir con la clase y ya hacemos un Club de Ciencias? Y el hombre le dijo ¡fenómeno vení con la clase así los gurises puebleros conocen las yerras! Hay un bosque de  pinos alambrado desde donde pueden ver todo con total seguridad y también hay bastante comida. Y ahí fuimos. El estanciero era un Sr. macunadazo. Nos contrató hasta  un ómnibus, salimos a las 8 y volvimos a las 17 y pasamos bárbaro en una cosa que yo ni sabía lo que era. Nunca había visto. Después hicimos un dibujo para el concurso INCA ¡y lo ganamos!. Fue por 1986.
Fuimos a una yerra con el maestro. Iban 16 padres y 34 niños. La mirábamos desde un bosque que había del otro lado del alambrado. Es una tarea de gauchos que revoleaban un lazo y lo tiraban y revolcaban los animales en el pasto, otros los agarraban de las guampas y de las patas y otros los desmochaban y castraban, y uno los marcaba con un fierro que habían calentado en el fuego que cuanto se los recostaban les salía humo del lomo, otro le hacía una muesca en la oreja y le ponía una caravana y un veterinario los vacunaba. Todo eso a la vez. Creo que también aprovecharon y castraron unos potranquitos.
Lo que más me gustó de esa yerra es que nos sirvieron empanadas asado y pasteles de dulce de leche y membrillo, con naranjita que quedé pipón. Que cuando estábamos comiendo a la Johana se le saltó un pedazo de dulce de leche lejos y cayó en el vestido de una sra. que estaba de espaldas, que ni cuenta se dio. Después vimos a otra limpiándola con una servilleta y diciéndole “seguro te sentaste arriba de un pastel”.Los bancos eran con troncos rústicos y había 4 filas.
Cerca del galpón unos gauchos jugaban a la taba y decían palabrotas que de lejos se sentía. Era una manga de gauchos atrevidos. Otros jugaban al truco, con cartas y  porotos, gritaban pero no decían palabrotas solo hacían morisquetas con la boca como burro mascando ortiga dijera el padre de la Any, que seguro vio algún burro comiendo ortiga, y decían rimas como las que aprendimos en la clase.
Castraban a los animales  y en vez de ponerles yodofón los curaban con ceniza. Son unos bárbaros. A esos mismos animales los engordan y los vemos colgados en la carnicería.
Estoy segura maestro que esos pobres animales en esa tal yerra sufren mucho stress.
En esa yerra que duraba 3 días- nosotros fuimos el 2do día- iban a marcar y todo lo demás a unos 300 terneros y 600 terneras, porque la yerra solo se hace con los vacunos, los terneros machos nacidos en el último año, se castran, las terneras solo se marcan y señalan. Pasamos buenazo. Los que se jodieron fueron los pobres animales. Pero nosotros comimos y nos divertimos mirando todo. Yo nunca había visto todo eso, lleno de gauchos de verdad todos a caballo, con bombacha y sombrero, cinto, faja, cuchillo al cinto, botas de cuero y animales cimarrones. Alucinante.
En esa yerra el ganado era Holando y Hereford. Dice que a los 15 días el animal se recupera y se hace en la menguante de la luna, que -según creencia, los animales sangran menos - y de mayo a agosto porque además de evitar las hemorragias se evita que el animal se abiche o sea que le salgan gusanos en la herida, a causa de las moscas, porque en invierno no hay moscas. Eso nos explicó el veterinario de la estancia. Es una actividad importante del campo.
Lo que más me gustó de la yerra fue ver las jineteadas. Un caballo no corcoveó. Salió corriendo a toda velocidad y cuando llegó cerca de un azude que había al final se paró en seco y el jinete salió como escupida por arriba del pescuezo del caballo y cayó de cabeza adentro del azude. Tuvieron que bajarse los apadrinadores a sacarlo sino se ahoga porque se le llenaron las botas de agua y no podía salir. Le sacaron como 50 litros de agua de adentro de las botas, pero no se lastimó ni nada. Eso fue lo más gracioso que vi en esa yerra.
 
¡Pa! ¡Que buenas que son esas yerras! Llegamos, dejamos las cosas en un galpón y recorrimos toda la estancia que tiene como 20 cuartos todos  combinando las sábanas de las camas  con las cortinas y con baños en cada uno, un bruto comedor lleno de espejos y muebles antiguos, una parte que son habitaciones para quienes trabajan ahí todas con baños, una azotea con un mirador de donde se ve todo el campo. Nos dieron desayuno café con leche y pan casero calentito que lo hacen en la estancia, a mediodía almorzamos  en ese bruto comedor asado, chorizos y  empanadas de carne con ensalada rusa y de  postre dulce de zapallos, después seguimos viendo la yerra en  el campo donde a las 16 horas antes de venirnos nos dieron refresco naranjita con pasteles de dulce de leche y membrillo. ¡Salado!
Una vez una vecina se pelió con otra y le gritaba  “llevá tu marido pa la yerra” y yo le grité solo por lucido para que vieran que yo había ido a una yerra: “llévelo doña que son buenazas las yerras” y la señora me pasó bruta puteada llena de palabrotas, diciéndome que le fuera a cortar las guampas a mi padre. Mi madre sintió y me mandó pa dentro por lucido y porque me estaba metiendo en la conversación de los mayores y también le dijo a esa sra. que mi padre no tenía guampas que podían revisarlo… “¡jajaja!”  decía la sra. “No tiene porque se las han cortado, jajaja.” Y yo le grité “bueno por lo menos le cortaron solo las guampas -aunque yo nunca lo vi de guampas, sería antes de yo nacer-  pero a su marido quien sabe que le cortan cuando lo lleven a esa yerra”. Mi madre me dejó como un mes sin ir al fútbol por metido y mi padre cuando le conté se moría de la risa y decía “Qué lástima que yo no estaba” .
Pobres animalitos ¡eso no es vida! que habrán hecho para merecer semejante castigo!. Y todavía los comemos. Eso les hacen para que engorden y la carne sea más tierna. Hay otras formas  de castración nos explicó un veterinario que andaba por allí que es con una inyección o una banda elástica. Hacen que los testículos se sequen. Pero también son dolorosos para el animal. Así que los marcan, los señalan, los castran los vacunan y después cuando son grandes los venden a los frigoríficos y chau novillo que así se llaman los vacunos castrados.
Lo que más me gustó de esa yerra fue una jineteada de novillos y de caballos con cantor y todo que contaba la jineteada. Algunos aguantaban hasta que sonaba la campana. Pero la mayoría caía. Eran gauchos bastante chambones. También hubo una carrera de dos tipos a caballo en una vaca. Los dos cayeron con bruto revolcón. Llegaron las vacas solas y la más gorda ganó. Todo eso mirábamos de lejos detrás de un alambrado y protegidos con la sombra de los pinos. Pasamos buenazo. No así los animales. Pobres…
La yerra es una bruta brutalidad. Había un veterinario que supervisaba todo porque también les aplicaban una vacuna. Pero lo más triste es que también esa yerra le aplicaron al pobre infeliz de mi gatito como si lo fueran a enviar a un frigorífico. Pero eso si, marca no le pusieron. Pobrecito.
Pobre mi perrito. Mi madre lo hizo castrar. Ahora si, ví lo que le hicieron. Desgraciados.
Mientras se realizaban las jineteadas que duraron mas o menos 15 minutos un sr. se acercó a donde estábamos nosotros y nos dijo: “Chiquilines esto que están viendo son ji-ne-tea-das, ji-ne-tea-das, y son solo para diversión del gauchaje un rato sin maltratar el animal porque aquí es sin espuelas solo con rebenque y son 3 caballos expertos en corcovear. En ellas el jinete debe aguantar 6 segundos en el lomo del caballo y después hay un jurado que les pone puntos. Pero esto NO son domas como algunos ignorantes les llaman. Doma es amansar un animal para usarlo como caballo doméstico y se realiza cuando el caballo tiene 3 años y puede durar hasta seis meses. Usamos doma racional donde tampoco se maltrata al animal y son dos cosas distintas”. Nos quedó clarito.
Cuando nos sirvieron los pasteles la Nélida encajó bruta mordida al suyo y se llenó los dientes de una felpa junto con dulce de leche y salió escupiendo y haciendo arcadas y enjuagándose la boca con la naranjita. Le mostró al maestro y le dijo “Mire maestro ta podrido, seguro era de la yerra del año pasado.” El maestro lo miró, lo olió y soltó la carcajada y nos explicó que es una cachada que hacen los gauchos, siempre ponen unos pasteles bien gordos rellenos con lana además del dulce ¡así le toca a algún angurriento que agarra los más grandes! Así que a la Nélida le tocó uno que junto con el dulce tenía lana adentro. Por angurrienta. Tuvo que ir a pedir otro y toda la gente se reía. “Gauchos taimados…” como decía uno que se había mamado y estaba limpiando un pastel lleno de lana, que también a él le tocó.
 
 
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