Ni tan brutos ni tan torpes
Ni tan brutos ni tan torpes: Indígenas de Uruguay
 

Con la finalidad de conocer mejor a los indígenas de la Banda Oriental invitamos al Profesor Carlos Enrique Etcheverry Benítez a nuestra clase en el año 1988. Integrante de la Casa de la Cultura Municipal dirigida por Vladimiro Collazo, fue director de Museos y Lugares Históricos de Cerro Largo, que él mismo ayudó a crear tras décadas de esfuerzos: Museo Histórico Regional, Museo de "Juana de Ibarbourou", "Del Gaucho, del Campo y de la Frontera", diseñador del facsímil del Rancho de Bartolo Silva donde murió Rivera. Antropólogo y arqueólogo de alma, estimuló a sus alumnos en el Liceo Departamental para "rescatar todo aquello que tenemos de auténtico y que conforma el patrimonio cultural de la región". Marcó muchos sitios de interés arqueológico en Cerro Largo. El Proyecto Yaguarón y la ley nacional arqueológica son algunos de los logros de “Paito”. Sacó los museos a la calle  visitados por más de 20000 personas. Participaron en su Proyecto Museo Escuela 5.700 alumnos de Primaria. La Exposición Juana de Ibarbourou fue a localidades del interior. Editó la Revista Ciencias y letras junto a Barone y Oxandabaratz, la Revista Histórica y Nuestra Tierra.
 
ESCRIBEN LOS ALUMNOS sobre la charla del Profesor Etcheverry
Los animales cazados por los indios eran ñandúes, venados, patos y hasta dinosaurios. Parece que los corrían hasta cansarlos ya que no había alambrados y luego los boleaban a las patas o los mataban a lanzazos. Con arco y flecha acertaban hasta 30 metros a los animales en vuelo como el terodáctilo. Pescaban con lanzas y con ramas espinosas o con huesos construían anzuelos. Hacían canoas con troncos de árboles para ir a lugares donde había más peces.
 
Juntaban frutos, raíces, huevos de ñandú, de dinosaurios y perdiz, brotes y cogollos de flores de ceibo. Yo calculaba que esos cogollos eran gusanos gordos que había en las flores, y me daba vergüenza preguntar. Hoy lo supe. El profesor lo explicó. Es la parte de adentro de la flor, el corazón de la flor. Comían las chauchas del algarrobo y también las molían y hacían harina.
 
En verano andaban en bolas y se bañaban en ríos y arroyos, en invierno vestían pieles con el pelo hacia adentro y se bañaban en lagunitas con agua calentada por el sol. Se limpiaban los dientes con gajos de sauce y se los fregaban con ceniza. Usaban el "chiripá", un cuero que pasaban entre las piernas y sujetaban a la cintura. Tenían vinchas con plumas de ñandú y se pintaban la cara con rayas de color cuando estaban en guerra. Tenían un jefe o cacique que los dirigía. Si un niño se enfermaba lo curaban chupándole la barriga y dándole té de yuyos. Si el enfermo era un adulto le ponían sanguijuelas para que le chuparan la barriga.
 
La vivienda estaba cerca de ríos y arroyos, eran palos clavados al suelo sobre los que ponían travesaños. A los costados y como techo ataban esteras de juncos o totoras para protegerse. Eran fáciles de armar. Cuando aparece el ganado cambian las esteras por cuero. No tenían muebles. Se sentaban en piedras o troncos. Dormían en el suelo sobre cueros o esterillas de totora. Lo complicado era cuando venía viento, se les volaba todo. Por eso empezaron a hacer sus chozas contra las rocas, en algunas grutas o en el monte entre los árboles.
 
La mujer  preparaba la comida, hacía prendas de pieles, cerámica con arcilla como ollas o vasos  y recolectaba frutos. Criaban a sus hijos sin pegarles; le enseñaban las tareas para cuando fueran mayores. El hombre se dedicaba a la caza, pesca, armado de la choza, hacer utensilios y armas: lanzas, flechas y boleadoras. Los hijos los acompañaban en la práctica con ellas y en las cacerías. Cuando estaban al pedo dibujaban en las piedras o hacían deportes como: Lanzamiento de boleadoras a enredarla a una estaca clavada a unos 30 metros. Carrera de natación o a pie. Si había problemas personales peleaban a puñetazos hasta que uno abandonaba poniéndose de espaldas y ahí finalizaba, nunca en estos duelos hicieron uso de armas, y nunca se supo que hubiera algún muerto por esa causa. No eran tan brutos como se dice, entre ellos se respetaban, por eso se hicieron soldados de Artigas para libertar a la patria.
 
Tallaban y pulían las piedras, logrando boleadoras rompecabezas o puntas para flechas y lanzas perfectas. Fabricaban pulidores, raspadores, morteros para moler granos frutos y pinturas, hachas de mano, sierras, cuchillos, punzones, pipas y vasijas que como no conocían el dinero lo usaban como elementos de canje. En esas piedras también dibujaban con piedra de cal, con tierras de colores o con tizones. Pasaban la vida cazando, recorriendo y dibujando en los campos de la patria. No escribían pero sabían contar y hacían un tipo de ábaco con vértebras de animales ensartadas en tiras de cuero atadas. Hacían arcos y flechas.
 
Tocaban música con piedras, huesos, caracoles y guampas. Durante las batallas las mujeres los tocaban gritando, para animar a los combatientes. Inventaron un instrumento llamado arco de Tacuabé. Es un arco de unos 30 centímetros de largo con 7 cerdas por cuerdas, se toca con una varita mojada en saliva como un violín. Suena bajito pero el que toca lo oye fuerte -hicimos uno- el resonador es la boca, se aprieta con los dientes un lado del arco y el otro se toma con la mano para frotar las cerdas con la varita. Hacían tambores con troncos y trompetas con guampas. En un grabado hay uno soplando una caña como una flauta, aunque podía ser una cerbatana con dardos de espina de algarrobo que soplaban para cazar pájaros o apereá, pero no se sabe pues no hay ninguna, se pudrieron con el tiempo. Cazaban con hondas no como las de ahora sino una con dos tiras de cuero que revoleaban soltaban una tira y salía la pedrada.
 
En la pintura rupestre (así se llama la pintura en piedras) usaban pocos colores: negros, rojos, amarillos y ocres. Vegetales como carbón o minerales como la arcilla de color, piedras de cal y otras piedras blandas de colores que aún hoy se ven. Se untaban los dedos con el color mezclado con grasa y como lápices usaban ramas quemadas. Con piedras duras marcaban formando huecos, contornos de animales en la roca y luego los pintaban adentro. Pintaban sus manos y las estampaban en la piedra. Hacían grabados con piedras afiladas en los troncos de las palmeras ¡Lindo haber vivido en esa época para pasarse dibujando y cazando maestro!
 
Cerro Largo tuvo pinturas en la Cueva de la Tigra y se borraron con el tiempo, Sus paredes tuvieron dibujos nos contó el profesor Etcheverry. 
 
Hicieron naipes, en cuero, marcados a fuego. Son las cartas de Tacuabé, que él  las usaba cuando estaba enjaulado en Francia, donde lo llevaron junto a otros para mostrarlo en un circo.
 
Mujeres y niños juntaban huevos de aves, frutas silvestres: pitangas, butiá macachines, guayabas, burucuyá y raíces para comer. Descubrieron el fuego cuando cayó un rayo en un árbol y quedó ardiendo y ahí uno vio que servia para cocinar, asar la carne y calentar agua. Como no tenían fósforos mantenían siempre encendidos tizones que conservaban en cuevas donde no les lloviera. Asaban ensartando la carne y los pescados en un palo inclinado sobre las brasas. También a los pescados, los abrían al medio los tendían al sol a secar y se los comían crudos. Hacían anzuelos con huesos y con espinas. Calentaban agua en huevos de ñandú, y me parece que se adornaban con plumas de mamboretá.
 
De las palabras charrúas me acuerdo algunas: inchalá - hermano, hué - agua, Jual - caballo, beluá - vaca, quillapi - capa, guidaí - luna, laidetí - boleadoras, yuambú - perdiz, tinú - cuchillo.
 
 
Total de visitas: 12037 visitantes (15230 clics a subpáginas) en ésta página!
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis